Prensa: Zona industrial de Valencia está en emergencia
Dayrí Blanco
El asfalto muestra su peor cara. Desgastado. Fracturado por el peso de gandolas y centenares de vehículos que por cinco décadas congestionaron el lugar. Quienes conducían con las ventanas abiertas podían oler el progreso. Era algo que estaba en el ambiente. Pero ahora las sensaciones son otras. Se respira debacle. El panorama lo dice todo: las calles están desoladas, no hay flujo de despacho y carga de mercancía y productos terminados, y el número de quienes aún luchan por mantener sus puestos de trabajo se ha reducido a la mitad. La zona industrial de Valencia está en emergencia. Es un paciente grave que requiere decisiones y acciones sistemáticas urgentes, que paren la agonía en cámara lenta que padece desde hace un año.
El monte se ha instalado y apoderado de lo que una vez fueron áreas verdes y estacionamientos de grandes empresas. En muchas ya no hay personal de seguridad en sus puertas. Es un gasto que prefieren ahorrarse. La crisis no da tregua. Los días pasan y los inventarios se agotan. En promedio, la Cámara de Industriales del estado indica que las compañías que siguen vivas, están trabajando en un 25% o 30% de su capacidad instalada. Una caída sin precedentes.
Con la tristeza matizando sus palabras, Damiano Del Vescovo, presidente de Fedecámaras-Carabobo, expresó que la zona industrial es un paciente que está en terapia intensiva. “Está siendo tratada con aspirina y no mejora”. Sus datos señalan que el 75% de las empresas tiene líneas de producción paralizadas. Lo que las lleva a mantenerse operativas apenas en 52%. Otras han tomado la decisión de suspender sus actividades por completo de forma temporal. Están en espera de que se normalice el flujo de divisas para la importación de materia prima. Durante 2014 el Ejecutivo ha asignado 27% menos dólares que los dos últimos años. Como consecuencia, la compra de insumos en el exterior disminuyó 20%.
De zona privilegiada a desolada
La Gran Valencia, como se ha denominado al conjunto de municipios más importantes del estado, tiene el privilegio de contar con más de 10 zonas industriales repartidas entre San Diego, Los Guayos, Guacara y la capital carabobeña, en las que existen empresas automotrices, metalmecánicas, químicas, agroindustriales, alimentarias y de bienes de consumo. Históricamente fue considerada una ciudad privilegiada al contar con el 70% del ensamblaje de vehículos, 90% de la fabricación de neumáticos y 60% de producción agroindustrial del país. Todos los sectores han sido duramente golpeados por la crisis.
El vicepresidente de la Cámara de Industriales de Carabobo, Gerardo Barreto, advirtió que el 50% de las empresas que estaban registradas hace 10 años son las que se mantienen puertas abiertas. Como un indicativo adicional destaca que de 320 afiliados al gremio, este año ese número se redujo a 280.
La pequeña y mediana industria también se ha visto afectada. Los insumos que les llevan los proveedores se han reducido. Los problemas en Sidor han provocado que compañías dedicadas a la rama metalmecánica tenga un pobre inventario de aluminio y acero.
Medidas del Gobierno son unilaterales
Los anaqueles de los establecimientos lucen vacíos. Las causas de ese impacto que reciben directamente los consumidores comienzan en las líneas de producción. Ningún artículo se puede fabricar si no hay donde empacarlo; sin tinta no se pueden hacer las envolturas; y si no hay los químicos necesarios, los envases de plásticos tampoco se manufacturan. Al tener el producto terminado los problemas siguen. La cadena de distribución se fractura si no hay cauchos o escasez de repuestos. Todo esta interconectado.
Por eso Barreto condena la manera unilateral cómo el Gobierno ha tomado las decisiones para solventar el problema de la industria nacional. El Estado ataca la crisis de forma aislada. “La solución es que no siga manejando eso solo porque ya está demostrado que no tiene capacidad. No se puede manejar una cosa compleja sin llamar a todos los actores. Prefieren trabajar sector por sector y así no se manejan las cosas en la industria. Se resuelve momentáneamente un problema pero se abren huecos por otro lado”.
Los directivos de Fedecámaras y la Cámara de Industriales coinciden en que se debe dar un vuelco a la política económica. El control cambiario y la falta de fluidez en la asignación de divisas están enterrando el aparato productivo de la nación. La idea es regresar a los tiempos del progreso. Donde se escuche el ruido de las gandolas anunciando productividad. Que los almacenes se vuelvan a inundar de materia prima. Que no haya líneas de producción paralizadas. Que Valencia vuelva a ser llamada con mérito, la ciudad industrial de Venezuela.
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